Aunque el mito de la emperatriz Helena es muy conocido en Chipre, el arqueo zoólogo francés Jean-Denis Vigne asegura que la presencia de gatos en Chipre se remonta a mucho antes del siglo IV. Excavaciones en pueblos del Neolítico permitieron encontrar restos de gatos y demostraron que su domesticación se produjo en la isla miles de años antes de Cristo, afirma el científico.
Los restos más antiguos fueron descubiertos en 2013, en el pueblo de Klimonas, cerca de la ciudad meridional de Limasol, y datan de entre el 9000 y el 8600 a. C., según Vigne. "Los gatos fueron introducidos en Chipre (...) para cazar a los ratones", explica. "Sabemos que la acumulación de reservas de cereales atraía mucho a los ratones en los pueblos".
Siglos después, la población de estos felinos experimenta un crecimiento incontrolable. Tras el final de un programa gubernamental de esterilización hace seis años, muchos voluntarios de la isla mediterránea tratan de alimentar a los numerosos gatos, recurriendo a veces a sus propios recursos.
Gatos de Chipre
En el Tala Monastery Cat Park, en la región de Pafos, voluntarios británicos afirman gastar unos 2100 mensuales, procedentes de donaciones, para alimentar a estos animales. El refugio alcanzó su límite de acogida el pasado otoño.
Es indispensable una campaña de esterilización para limitar la expansión de los felinos, teniendo en cuenta que una gata puede parir ocho crías al año. En 2011, el Estado, que empezaba a limitar sus gastos ante una grave crisis financiera, suspendió un programa que costaba 50 mil euros anuales para esterilizar a mil 700 gatos.
Desde el final del programa, los fondos concedidos a los servicios veterinarios públicos se concentran en problemas con un mayor impacto sobre la economía del país, como las enfermedades que afectan al ganado.
Para animar a los chipriotas, muy castigados por la crisis, a controlar los nacimientos de gatos, se distribuyen bonos de reducción para esterilizaciones en clínicas veterinarias colaboradoras.
En el centro de Nicosia, muchos gatos vagabundean por las calles y cerca de los restaurantes, donde a veces los turistas espantan a los que se acercan demasiado a sus platos.
Sin esperanzas de que se produzca una nueva campaña de esterilización, algunos chipriotas han decidido cuidar a esta población dejando en lugares estratégicos comida para que se alimenten.