Por si acaso con tanto ajetreo no te ha oído, vuelves a llamar un poco más fuerte, y después del cuarto intento, tu llamada comienza a sonar poco dulce y bastante impositiva… pero tu perro, lejos de volver a tus brazos corriendo, te mira unos segundos (sí, parece que te dice que te quedes tranquilo, que oírte, te ha oído), y continúa con su fiesta particular entre amigos.
Antes de entrar en cólera, sal de esa situación como puedas. Es posible que si tenías una cita tengas que cancelarla, o que que te tengas que acercar a alguna alma caritativa que llame a su perro para que el tuyo se acerque y puedas ponerle la correa para marcharos a casa.
¡Respira hondo! No pasa nada, lo que ocurre es que tu perro no estaba preparado para que le llamaras.
La llamada: un ejercicio más… o no
Como la petición de cualquier ejercicio, ya sea un sentado, un tumbado o dar la vuelta a la pata coja, la llamada requiere de un trabajo previo.
Ver que tu perro te responde en casa a la primera e intentar reproducir eso mismo en la situación que acabo de exponer más arriba, es como hacer un huevo frito por primera vez y aventurarte a presentarte a un concurso de cocina a nivel internacional.
Como cualquier ejercicio que queramos enseñarle, la llamada requiere de ciertos pasos que no pueden saltarse sin más. Uno a uno, paso a paso, y tu llamada será tan fiable que podrá competir en los entornos más exigentes.
Pero para ello debemos avanzar con paso firme, pues como tantas veces he comentado, no es el guía quien debe decidir unánimemente dar un paso más, sino hacerlo basado en las capacidades adquiridas por el alumno, que deben determinar el avance.
¿Y qué tiene de especial la llamada? Pues que en uno u otro momento, vamos a exponer al perro a la libertad de decidir si viene o no, puesto que no habrá ninguna limitación física que le impida alejarse, en vez de acercarse.
Construyendo una llamada fuerte
Para llegar a ese momento y no estropear la señal de llamada que hemos ido construyendo con nuestro perro, tendremos que tener un trabajo concienzudo detrás de refuerzos muy apetecibles que puedan luchar contra la cantidad de estímulos que el perro tiene a su alcance en el momento de nuestro “ven aquí”, en un principio.
Y digo bien, “en un principio“, porque poco a poco tendremos que dejar de depender de que el pavo, el queso, la salchicha o un pollo asado completo con su jugo y todo sea más apetecible que cualquier otra cosa en el mundo, porque podemos estar enfrentándonos (conscientes o no) a un solomillo en su punto, 3 perras en celo, 2 liebres despistadas o una adorable pareja de ancianos que prometen tener caricias eternas. Y… poca competencia puede tener eso para tu salchicha.
Pero, como las cosas se consiguen paso a paso, recuerda centrarte en ir construyendo una llamada en lugares controlados, entornos que tu perro pueda ir superando poco a poco, frente a estímulos cuya intensidad sea asequible de superar… antes de enfrentarle a situaciones totalmente fuera de su alcance donde, lo máximo que pueda hacer, es responderte al cuarto intento con una mirada fugaz que diga “¿por qué debería marcharme ahora?”
Avanzar más rápido de lo que tu perro puede dar, siempre es complicado de llevar.
Historias como la de arriba hay en todos los parques, todos los días. ¿Cuál es la tuya con tu perro?