Abrumador, desgarrador, triste y lamentable. Y la verdad es que no sé cuál es el problema, si es de educación, o de empatía, de sentido común o de respeto. O quizá son un poco de todos y seguro que añadidos de muchos más.
Al margen de que esta persona esté pasando un proceso complicado por la toma de esta decisión, de lo cual no soy conocedora, la frialdad de querer abandonar a un perro en una protectora como “opción más adecuada” me llena de escalofríos. ¿Es una protectora la opción más adecuada? ¿De verdad que lo es?
Carta a ti, que estás a punto de abandonar a tu perro
Me entristece que un abandono se tiña de algo que no es. Me entristece que cuando estás diciendo a alguien que quieres dejar a una parte de la familia fuera de ella, lo justifiques con cosas injustificables. ¿Es que acaso la ayuda no existe? ¿Es que acaso si un perro tiene problemas para gestionar una situación de soledad (y más cuando ya ha pasado por otras manos que lo han abandonado previamente) no merece una oportunidad de ayudarle? ¿No merece el tiempo y el esfuerzo necesario para hacer que esa relación funcione?
Me deja atónita leer que ni siquiera has intentado agotar esa vía. “No creo que se pueda educar”. ¿Y no puedes darle el beneficio de la duda? ¿Tanto has aguantado una situación insostenible que en vez de haber puesto los medios previamente (¡o al menos haberlo intentado!) te dejas llevar por el hartazgo hasta el punto de abandonarlo?
Porque, escúchame, lo que estás haciendo no es ni más ni menos que abandonarlo. Alejarlo de lo que conoce. No mostrarle la oportunidad de cambiar (de manos expertas, pues está confirmado por tus mensajes que no has podido hacerlo tú o nadie de tu entorno).
¿Te has parado a pensar que es posible que tu perro se ponga tan nervioso cuando te marchas porque teme el final que precisamente ahora le estás dando? Y que eso tiene solución, porque quienes trabajamos para ayudar a familias integradas también por animales, revertimos ese tipo de problemas continuamente, por mucho que a ti te parezca un problema único y singular. Pero ni siquiera pararte a preguntar… ni siquiera a mí, que me contactas porque sabes cuál es mi trabajo, y en ningún momento me pides siquiera un consejo. Ya está determinado. Al final, fíjate, tu perro estaba en lo cierto. Aquello que temía y lo que te tanto te suplicaba que no hicieras, tú mismo lo estás haciendo realidad.
¿Qué crees que va a ocurrir en la protectora? ¿Crees que se va a solucionar su problema? ¿Crees que va a llegar alguien al día siguiente y va a ver a tu perro, adulto, con problemas de comportamiento (“sí, es por lo que le trajeron aquí”) y con una carencia brutal de confianza en que su nueva familia, si la encuentra, va a volver cada día después del trabajo?
¿Cómo crees que puede afrontar este perro el resto de su vida?
¿De verdad que nunca has parado a pensar estas cosas, o es simplemente que no quieres pensarlas para que los sentimientos de culpabilidad y de irresponsabilidad no te invadan?
Porque yo sí lo he pensado. Y no sólo eso: lo he visto. He visto el gemido desgarrador de un perro al que le acaban de abandonar, y he visto la apatía, pérdida de peso y depresión por la falta de contacto. He sentido su dolor, su desesperanza, su pena. He visto a perros no salir de su jaula durante más de un mes a pesar de los intentos de los voluntarios y personal de la protectora, a perros desperdigados siendo un número más sin cuidados precisos por la superpoblación de algunas protectoras, que meten y meten perros en sus instalaciones porque no pueden decir que no a otra vida atada a las puertas del recinto.
He tenido que convencer a perros de que los humanos no siempre somos tan malos, y he tenido que llorar, muchas veces, delante de muchos perros, pidiéndoles perdón por, otro día más, no haber encontrado una familia que les cuide en casa.
Y escribiendo esto tengo que parar, respirar hondo y continuar escribiendo… Y tragarme mis primeras palabras cuando leo el texto que me escribes.
No, tirar la toalla para mí nunca ha sido una opción para mí, y por más vueltas que le doy, no consigo comprender lo que te lleva a hacer esto, por más palabras que me escribas, por más justificación que puedas darme.