Que la fuerza y la coacción funcionan en muchos casos, no cabe duda. Sin embargo, dejando de lado la parte más primitiva del ser humano y centrándonos en el respeto hacia ellos, encontramos también cantidad de recursos para poder trabajar con ellos.
No es cierto que los perros solo aprendan “a palos” o únicamente si consideran que estás en un estatus “alfa”, como tanto se comenta. No es cierto que un perro deba respetarte por el mal que puedes llegar a infringirle o porque seas la fuente de su alimento. Se trata de una cuestión de confianza, y hasta que no consigas eso, olvídate de tener una relación placentera en la que podáis disfrutar los dos y aprender cosas juntos.
Tenemos claro que el perro se merece un respeto y todo nuestro cariño, y que la forma que vamos a utilizar para educarlo es ética y moralmente adecuada. ¿Empezamos? Estos son los recursos educativos con los que puedes jugar para enseñar a tu peludo:
Premios
Hace unos días comentaba en otro artículo la variedad de refuerzos positivos que podemos utilizar, además de los premios con comida. Trabajar con premios le reporta al perro una experiencia muy agradable ayudando a que el momento del adiestramiento sea deseado por el animal.
Sanción o castigo
Olvida la palabra “castigo” como cualquier tipo de agresión al perro. Piensa que hacer un tiempo de espera más largo, no pedirle un ejercicio en el que sabe que recibirá un premio, ir atado donde habitualmente va suelto, etc., son sanciones comunes con las que podemos incitar al can a esforzarse más en el ejercicio, o a pensar en su resolución de manera diferente. Nada de pegar con el talón, simular una mordida con los dedos, inmovilizar al perro o darle un correazo. ¡Olvídate de eso!
Ejemplo emocional
Es realmente imposible que puedas transmitir a tu perro tranquilidad cuando tú estás de los nervios. Sencillamente no se puede. Pues extrapolando esto a todo tipo de emociones, piensa en comenzar una sesión de entrenamiento estando triste, cansado, malhumorado, frustrado… Lo primero que hay que hacer es aprender a gestionar las emociones que quieres trabajar para que cambien en el perro, primero, en el propio guía.
Selección de la información
La información que nos llega es el pilar sobre el que interpretamos nuestras propias experiencias, y esto mismo pasa con otros animales, incluidos los perros. Haciendo un buen control del ambiente y controlando la información que le llega y la forma en que le llega, tendrá las experiencias que a nosotros nos interesa que tenga.
Por ejemplo, si estamos sacando al perro a la calle por primera vez, buscaremos un lugar seguro y tranquilo, donde pueda relacionarse con perros estables y donde no haya peligros. No vamos a enseñarle lo peligroso que puede ser que cruce una carretera, que hay perros desequilibrados que intentarán hacerle daño y que hay multitud de ruidos estridentes que no conoce y que son potencialmente peligrosos. Poco a poco y controlando la información que le llegue en cada caso, le iremos mostrando más cosas que nos interesen, pero desde luego no cuando estemos en sus primeras salidas al parque.
Deseos y sentimientos
Las emociones y sentimientos nos llevan a desear hacer una cosa u otra. Si conseguimos mantener un ambiente estimulante y una motivación elevada, tendremos a un perro mucho más dispuesto y con una predisposición perceptiva mucho mayor.
Desensibilización
Es lo más cercano que tenemos para expresar una especie de razonamiento con el perro. La desensibilización es la aproximación sucesiva a situaciones que generan emociones o conductas que son las que buscamos cambiar. Esto ayudará a comprender los esquemas mentales que tenga el perro con el que trabajamos para darle las indicaciones que queramos en base a esos mismos esquemas.
Entrenamiento
Es la repetición de los ejercicios hasta conseguir que se conviertan en un hábito. Consiguiendo que el perro actúe de forma rutinaria, no tendrá que estar tomando decisiones sino que se habituará a realizar la acción que le pidamos. Tener un ritual tranquiliza al perro porque es una forma de prever qué va a ocurrir. Por eso es fundamental que la asociación que haga con esos rituales sea positiva.
Obstáculos
¡Elimínalos! Y no hablo de los obstáculos físicos, que según qué ejercicio pueden ser o no un problema, sino por ejemplo a estímulos que puedan desviar su atención; todo aquello que no permita que el perro esté concentrado en lo que hace y dispuesto a trabajar contigo.
En ninguno de estos recursos aparece la palabra “fuerza”, “poder”, “sometimiento”, “abuso”… ¿a que no? Será posiblemente porque estas técnicas no son necesarias cuando hablamos de entrenar, comprender y enseñar a nuestros perros…