Ha muerto un ser legendario, un mito, un icono, un viajero. Nació en noviembre de 2007 en las inmediaciones del río Agab. Entre 2010 y 2011 se trasladó a la vera de otro río, el Huab, y comenzaron sus viajes y aventuras por una tierra tan extensa como vacía. Él era dueño de todo un desierto en el que se movía a su antojo. Hacedor de kilómetros y aventuras buscando la libertad del vagabundo en Damaraland, una belleza del planeta que bordea la Costa de los Esqueletos de Namibia. Lo hacía en solitario y acompañado de su manada de hembras a la vez que los de su especie han tenido que refugiarse en las colinas secas y piedras ardientes de una tierra en la que la vida no es de nadie. Ha muerto, han matado a "Terrace Male", el león del desierto.
Se supo de su desaparición hace unos días. Terrace era controlado con un collar vía satélite porque su libertad se sabía que terminaba donde comenzaba la estupidez y avaricia del hombre. Se pensó entonces, en un primer momento, que el gran león se había ido de nuevo al norte, como aquel viaje que le hizo famoso y le llevó hasta cruzar a Angola. Aquella travesía le convirtió en un mito, en una rareza dentro de su feroz especie. Atravesó a nado el río Kunene, frontera física de Namibia y Angola, donde descansan miles de inmensos cocodrilos. La misma tierra donde viven los himbas, la tribu de barro, que pastorea un mundo de polvo seco como hacía Terrace.
Pero la falta de señales fue provocando inquietudes entre los organismos de conservación. La hipótesis de que estuviera en los desfiladeros de las montañas Okongwe siguiendo a un grupo de leonas se desvanecía por la carencia de movimiento que reflejaba el dispositivo de seguimiento. El satélite no recogía nada desde el 24 de agosto. Entonces se decidió mandar dos vehículos a rastrear en la nada sus huellas. Las hembras habían hecho movimientos extraños recogidos también por el satélite, probablemente causados por el miedo provocado por la muerte de Terrace. Uno de los dramas de la muerte de un león macho es que con él mueren también las crías de la manada. El nuevo macho dominante las matará a todas al ocupar la nueva jefatura.
Los vehículos encontraron por fin algo. El collar de Terrace le había sido arrancado y quemado. Era una prueba evidente de que alguien había matado al mítico león del desierto e intentaba ocultar evidencias. No duró mucho la esperanza de que todo fuera un equívoco, de que ocurriera un milagro, unos cientos de metros más allá se encontró el cuerpo sin vida del felino, entre las localidades de Purros y Sesfontein, confirmaba Flip Stander, el creador del programa de protección de los leones del desierto en Namibia.
A Terrace probablemente lo ha matado estar cerca del ser humano, de su ganado, de su seguridad. Esta vez, en su viaje, se acercó demasiado al animal más peligroso: el hombre. El 54% de las muertes de los felinos tienen como causa directa la caza furtiva. Se calcula que quedan algo menos de cien leones en esta inmensa extensión de terreno del desierto namibio. "Hay pocos leones y es muy difícil verlos", confirmaban en mayo a El Mundo en la misma Damaraland, la tierra de Terrace. ¿Hay mucha caza furtiva? "Ahora está algo más controlada. El problema es cuando los felinos atacan el ganado", nos contestaban.
Ese es el gran problema. Muchos parques y áreas de conservación ven como se incrementa la población humana dentro de su mismo territorio. El hombre busca nuevas tierras donde adentrarse y eso va disminuyendo el espacio de los territoriales leones. Los machos dominantes controlan su terreno y empujan a otros machos a zonas alejadas donde por desgracia tropiezan con humanos. Hay proyectos en el Serengueti y el Masai Mara para intentar que el ganado, los humanos y las fieras convivan juntos. Hasta ahora han dado prometedores resultados en algunos casos. "Donde hay leones controlados por satélite no va el ganado", explicaba un ranger del área de conservación del Ngorongoro, en Tanzania. Mientras, cada vez hay menos espacio en África para leones y hombres y el resultado es que cada vez quedan menos leones. Terrace es la última víctima de este desafortunado encuentro.
Fuente: http://www.elmundo.es/ciencia/2014/08/28/53ff4147268e3e4b0e8b456c.html?cid=MOTB23701%3Dobinsite