-El epílogo de la historia de Excálibur y su regreso a casa convertido en cenizas.
-José Ramón Romero nos cuenta cómo espera el alta médica para entregarle a "Bur".
Artículo de Juan Carlos González, tomado de El Mundo.es
"Excálibur ya está con su familia". El stanford pitbull color canela de 12 años y 30 kilos de peso, reducido ahora a unos pocos gramos de cenizas, se encuentra ya junto a José Ramón Romero, su propietario legal y hermano de Teresa.
Dentro de una bolsa de plástico y protegido en una pequeña caja de madera de acabado mate y con su nombre serigrafiado en el exterior. Junto a la urna funeraria, una bolsa con su collar de estrella completamente calcinado. Es la última foto del perro del ébola. El final de un viaje que empezó el 8 de octubre pasado en Alcorcón (Madrid), en el chalet de la auxiliar de enfermería Teresa Romero infectada por ébola, hoy sin rastro del virus en su sangre.
Haciendo efectiva la orden de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, la vida de Excálibur se apagó a manos de especialistas de seguridad biológica de la Universidad Complutense de Madrid. Por motivos de seguridad, explicaron desde la Consejería.
Muchos ciudadanos no entendieron la decisión, e incluso a día de hoy piden explicaciones. La Asociación contra el Maltrato Animal (Acma) presentó una denuncia contra la Consejería por la gestión del sacrificio del animal. La Asociación Defensa Derechos Animal (Adda), otra ONG, hizo llegar a Teresa y a su marido Javier 428 mensajes de apoyo ante el "injusto" sacrificio del animal.
Teresa Romero con Excálibur antes de que fuera asesinado.
Excálibur murió sedado y fue trasladado a la incineradora San Antonio Memorial Center. Ahí fue cremado y conservado hasta el pasado martes, cuando José Ramón Romero se presentó en Paracuellos del Jarama (Madrid) para recuperar sus cenizas.
Personal de la incineradora y funcionarios adscritos a la Dirección General de Ordenación e Inspección de la Consejería de Sanidad recibieron al hermano de Teresa y a su pareja, Charo. "Me quedé flipando con toda la gente que había, todos nos trataron muy bien", dice Romero.
Las cenizas de Excálibur permanecerán guardadas en su casa hasta que Teresa y Javier salgan del hospital. "Después se las daremos a ellos para que hagan lo que quieran y así homenajearle".
En la semana en la que la auxiliar de enfermería venció la lucha contra el ébola (sólo le quedan restos residuales del virus en algunos fluidos; no en sangre), su marido le dio la triste noticia del sacrificio.
"Estoy todo el día llorando pensando en él", contó a la portavoz de su familia. Pena honda de Teresa en el hospital Carlos III, aislada aún. Y Excálibur aguardándola en casa de su hermano. Convertido en polvo.