Están en un espacio amplio, libre y seguro y su presencia evita la de otras especies menos agradables, como las ratas. No se las comen, porque están bien alimentados, pero las ahuyentan.
Hay gatos sociables y gatos desconfiados, pero todos se sienten seguros. Algunos se acercan ansiosos cuando las cuidadoras abren las latas de comida. Otros se quedarán esperando. El aperitivo matutino es delicioso para su paladar y, uno por uno, se limpian y reponen los trastos de croqueta y agua. Son muy básicos: bandejas de supermercado que antes han contenido comida o garrafas.
Todo está alejado de la vista, escondido entre los setos. Antes de estar regulados había gente que les dejaba comida, pero también había redadas para eliminarlos. Ahora se les persigue, pero para otra cosa: para curarlos.
El gato callejero se adapta a casi todo y siempre este lugar es mejor que sortear el tráfico. Algunos vinieron de la calle. Hay gatos viejos y cachorros. Hay alfas y sumisos. Unos son caseros y fueron abandonados. Otros vinieron de la calle y otros, nacieron ya entre las tumbas.
Cualquier donación es bienvenida y este año han conseguido del ayuntamiento una ayuda: Recibieron una subvención para un tratamiento muy importante: la esterilización.
El gato se adapta a todo y cuando llega el frío busca cobijo en cualquier recoveco. Hasta las tuberías del subsuelo del cementerio se convierten en gateras improvisadas. El cementerio también ayuda al voluntariado prestándoles cuartos para guardar los sacos de alimento y utensilios. No faltan los peligros: "Hace un tiempo, una persona metió dos perros toda la noche y nos mataron veinte gatos. Fue denunciado y detenido y los perros, que no tenían la culpa de nada, le fueron retirados".