Últimamente, se han abierto distintos frentes que defienden la prohibición de las razas consideradas PPP, como ya han hecho algunos países europeos.
Un ejemplo de ello es el American Pit Bull Terrier. Esta raza esta prohibida en Francia, Noruega, Islandia, Dinamarca, Polonia, Rumanía, Malta o Reino Unido.
Pero, como esta raza que es la considerada más peligrosa, hay otras muchas prohibidas en estos mencionados países, como el Tosa Inu, el Dogo Argentino, el Fila Brasileño, el American Staffordshire Terrier, etc.
¿Es esta la solución? ¿Prohibir ciertas razas?
Prohibir razas de perros: una drástica solución
Podemos decir que es una solución alternativa, muy drástica, pero no soluciona el problema que estos adoptantes tienen.
Estamos de acuerdo que hay razas de perros que por su genética son más o menos activas, más o menos excavadoras, más o menos dominantes, más o menos independientes… pero no hay razas más o menos agresivas.
Los perros, por naturaleza, no son agresivos. Utilizan sistemas de comunicación como el gruñido, los mordiscos sutiles, el orín, etc. para comunicarse entre ellos.
Si se hiciera un estudio estadístico sobre ataques de perros, la gran mayoría de estos ataques se llevarían a cabo por las razas pequeñas.
Las razas de perros grandes suelen ser más equilibradas que las pequeñas, por la simple razón de que tendemos a humanizar más a las razas de perros pequeñas que a las grandes.
El agravante aquí es que, mientras el ataque de un perro pequeño no pasa de un susto, el ataque de perros considerados peligrosos pueden llevar a amputaciones y muertes.
Nosotros somos el problema
Como decíamos, el problema no es la raza del perro en sí, si no la persona que lo adopta.
Sabemos que el perro es la mascota por excelencia, junto al gato.
Con el perro las personas logran empatizar tanto que lo integran como un miembro más de la familia.
El problema en general de la mayoría de los adoptantes de perros es que dan por hecho que saben cómo educarlos, sin embargo, la realidad es muy distinta.
Los perros son una especie diferente a la nuestra, que se esfuerzan por entendernos, pero nosotros no los escuchamos.
No nos preocupamos por conocer las necesidades biológicas, sociales y emocionales del perro , ni tampoco nos preocuparnos en saber sobre psicología canina y en aprender a cómo educar a un perro antes incluso de adoptarlo.
Nos dejamos llevar por el momento y por nuestras tomas de decisiones, muchas veces, hechas por intuición, porque lo hemos escuchado en un programa de la tele o porque damos por hecho que lo sabemos todo.
La solución
La solución no es fácil, es evidente. Porque no depende de los perros, depende de las personas y las personas somos muy complicadas.
Pero si las autoridades se están planteando prohibir alguna raza de perro porque provoca muertes (¿va a hacer lo mismo con ciertos hombres que provocan muchas más muertes al año que estos perros?, ¿cómo los van a prohibir?) antes sería interesante considerar los siguientes puntos:
Prohibir ciertas razas no va a evitar ataques. Porque diferentes razas de perros en las mismas manos de ese adoptante van a ser igual de peligrosas.
Prohibir la venta de cualquier perro en tiendas de mascotas.
Perseguir los criadores particulares y realizar un listado oficial de criadores profesionales.
Perseguir las mafias clandestinas dedicadas a las peleas de perros.
Obligar a los adoptantes de ciertas razas, las que la ley considera PPP, a realizar un curso y/o examen, no solo psicológico sino de educación y psicología canina.
Perseguir al maltratador animal evitando que nunca pueda volver a tener en sus manos a cualquier otro perro o animal.
Aprender a educar
Cualquier persona responsable que adopta un perro debería aprender sobre cómo criar y educar a un perro.
Solo teniendo conocimiento real del perro y sus necesidades conseguiremos perros felices y equilibrados y olvidarnos de ataques puntuales.
Hace unas décadas no había apenas información sobre cómo educar a un perro, pero hoy en día no hay excusa.
Hay decenas de libros que tratan la psicología canina. Por muy poco dinero y una pizca de interés se puede cambiar la manera de relacionarnos con nuestros perros.