Artículo de Marta Navarro García, tomado de El Diario.es
Caballo aislado por el agua, al que un grupo de voluntarios mantiene con vida.
Foto: Patri Zalvo
La autora denuncia desde Zaragoza la indiferencia de autoridades y ganaderos ante un sufrimiento de varios días, y que muchos solo vean en ello "pérdidas económicas".
Casi todos los años, como en todo río mediterráneo, hay crecida en el Ebro. Nada nuevo hasta aquí. Año tras año las autoridades van informando del día y las horas punta en las que sucederá el desbordamiento. El río habla, lleva siglos buscando regresar a su origen, llevándose por delante tierras, campos y casas. La eterna discusión entre ecologistas y administración tampoco es nada nuevo. Pero lo que ha sucedido, lo que está sucediendo ahora mismo en Zaragoza, sí lo es.
Esta crecida ha sido extraordinaria. La rabia, la fuerza y el torrente de agua han desbordado, tragándose todo lo que encontraba a su alcance, sin que la administración, con su gobierno del PP a la cabeza, tuviera en cuenta las consecuencias que esto podría acarrear. Las declaraciones de la presidenta de Aragón diciendo que el río había tenido un comportamiento "extraño" pueden dar una idea de la falta de análisis, de lógica y también de cultura del agua de la presidenta y su equipo. Pura incompetencia.
A pesar de los problemas y de la mala gestión, se ha ido realizando cada día el seguimiento de los pueblos inundados o con posibilidad de serlo. Pero, mientras se atendía a las personas y se cuantificaban las pérdidas económicas, miles de animales desaparecían bajo el agua. Animales de granja flotando en el río, ovejas, vacas, cerdos, gallinas, más de diez mil animales ahogados. También perros, gatos y caballos que no fueron rescatados a tiempo por sus dueños o en los que simplemente nadie pensó. De todo ha habido: familias que se negaron a subir al zodiac sin su perro, que se negaron a abandonar sus casas sin sus animales, pero también propietarios de fincas que dejaron a sus perros atados sin preocuparse de más. Y ellos, los animales, como siempre invisibles para la administración, que sólo ve en su muerte "pérdidas económicas".
Líderes de partidos políticos de la oposición han visitado estos días la zona, se han reunido con los afectados y han mostrado su solidaridad con las familias y con los agricultores ribereños, pero ni una palabra sobre la situación dantesca que sufrían los animales. Los partidos de la oposición en Aragón también han ignorado este drama, a pesar de las imágenes de miles de animales a la deriva, atrapados en el fango, sin víveres, muertos de miedo.
Gracias a la gente de Vegan Hope, Pacma, Amnistía Animal y cientos de activistas que sí se han preocupado, se ha urgido su salvamento, obligando en muchos casos a la policía y a los bomberos a insistir en los rescates.
¿Qué debería hacerse en estos casos para no repetir la tragedia? Pues incluir a los animales en el Protocolo de Emergencias, algo que hasta al fecha no se ha hecho ni siquiera desde el Centro de Protección Animal municipal. Una situación tan dramática requería una reunión de urgencia para coordinar el trabajo y no dejarlo solo en manos de voluntarios. Hay que reaccionar ante casos extremos como este.
Como denuncia Pacma, será necesario un cambio normativo en el futuro para evitar las restricciones legislativas que impiden a cuerpos de Seguridad y Emergencias acceder a propiedades particulares sin el consentimiento del propietario, ni siquiera cuando la vida de animales corre riesgo, o que impiden que los propietarios en algunos casos accedan con sus animales a vehículos de rescate o refugios, condenándolos a una muerte segura. Es cierto que no siempre ha sido posible acceder a las zonas afectadas y que, cuando así lo ha comunicado la policía, era porque los metros de barro hacían imposible y muy peligrosa la operación, pero en otras ocasiones la desidia ha sacado la peor cara de este desastre. Habrá que investigar si en algunos casos se ha dejado morir a cientos de animales porque cobrar el seguro era más rentable que rescatarlos, como decía uno de los activistas que participaba en una de las operaciones.
Todos los días han salido voluntarios para intentar salvar animales, para rescatarlos o, al menos, darles de comer si no podían ser trasladados. Es el caso de Atlántico, un caballo que lleva días aislado sin poder ser rescatado por lo peligroso del acceso. Un grupo de personas de la asociación Galgo Leku se ha encargado de que sobreviva, pero otros siete caballos murieron ahogados. Sin el trabajo de esta gente el drama animal hubiera sido aún mayor.