Por Elsie Carbó
Ella fue tirada en la esquina de Lombillo y Ayuntamiento, por suerte la doctora María Elena, del CIREM, le dará tránsito, mientras PAC se ocupará de su recuperación
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Con absoluta impunidad se comportan ciertos individuos en nuestra sociedad, y los que presenciamos este comportamiento tenemos que quedarnos de brazos cruzados sin poder actuar, me refiero a los abusos y maltratos contra los animales, que hoy es esta perra pilbur o stanford, de las utilizadas en peleas, que ha sido tirada en la esquina de Lombillo y Ayuntamiento, pero mañana puede ser otro infeliz cualquiera, sin importar raza ni edad.
Podríamos asombrarnos de que ni las autoridades y algunas instituciones permanezcan ajenas a este tipo de criminalidad por el solo hecho de que no está reconocida su tipología en el cuerpo legislativo del país, pero acaso es ineludible este mero trámite para erradicar de la sociedad estas agresiones al espíritu y la sensibilidad humanas que son innecesarias? Si esas personas que maltratan, abandonan y abusan de los animales sintiesen el repudio social o fuesen penalizadas por la ley, poco a poco podríamos ir descontaminando de violencia el camino para que los animales y los ciudadanos puedan vivir en armonía en esta naturaleza que tenemos, en la cual, estos y otros peligros nos impiden tener un auténtico bienestar.
A esta perra la han maltratado desde todos los puntos de vista, su cuerpo presenta huellas de golpes y heridas, anemia, deshidratación, depauperación total, miedo y dolor, sin embargo, aún responde a los cuidados que algunos protectores le han brindado en el pedazo de césped adonde la dejaron para morir. Con estas deleznables prácticas de aquellos individuos que crían perros para estos fines lucrativos, al margen de la legalidad, se hiere no solo al animal sino a la sensibilidad y la dignidad de las personas que viven en la comunidad, aquellos que se solidarizan con los grupos de protección, los que al pasar se detienen y lamentan el hecho, los que ofrecen su vivienda para salvar vidas, o los que pertenecen a grupos y sociedades de rescate de animales que llegan desde lejos para ayudar. En este caso fue PAC (Protección Animales de la Ciudad) con cuya gestión patrocinadora se han salvados infinidad de criaturas desamparadas como la del ejemplo, que han sido abandonadas o andan vagando por la calles.
Por estas y tantas otras razones que confluyen directamente en esa buena imagen que debemos tener de nuestras autoridades en el país, es que hay que condenar legalmente las peleas de perros y sus actividades colaterales, que no es otra que poner a parir a las perras indiscriminadamente para luego vender o echar a pelear a esos cachorros, y sus consecuencias las tenemos a la vista, porque de todo esto hay noticias, todo se sabe, nada está oculto ni secreto en los barrios, se conoce quién o quienes se dedican al negocio, no es casual que aquellos que pelean animales no son precisamente buenos trabajadores o esmerados jefes de familia, ni los más revolucionarios ni los más decentes, de eso cada jefe de sector puede dar fe en su delegación, con esto no estoy ofendiendo a nadie ni desclasificando ningún documento, tampoco es algo nuevo para el lector. Criaturas como ésta perra, que abandonaron inmisericordemente después de sacarle el kilo, como se dice en buen cubano, porque ya no sirven y dejan de ser un renglón utilitario en la economía familiar, o son asesinadas salvajemente, o tiradas a su suerte en una esquina de la ciudad.
Reiteradamente tanta impunidad, en un país que se enorgullece ante el mundo de sus valores éticos, morales y sociales, realmente mete miedo.