Existen numerosos estudios que demuestran que el tipo de ladrido está relacionado con el contexto y que este tipo de comunicación puede aportarnos información interesante sobre el estado emocional de nuestro perro (Pongrácz et al., 2005; 2006; 2009; Yin & McCowan, 2004).
Inhibir el ladrido a cualquier precio, sin pararse en ahondar, averiguar y tratar, en su caso, la causa que lo provoca, solo satisface las expectativas inmediatas del propietario pues, a la larga, el perro sufre, se siente desamparado y el problema inicial se agrava. Se elimina el síntoma pero no la causa que lo provoca por lo que, se cronifica.
Y lo más seguro es que, en el caso de animales que realmente necesitan ayuda, si no pueden ladrar, encuentren otra manera de avisar de que algo va mal (autolesiones, destrozos en la casa....) y, quizá, nos guste aún menos que un ladrido.
Ante un problema de ladridos pide ayuda urgente y empieza cuanto antes a trabajar con tu perro.