Tomado de El País.com
Soledad Calés.
Estas criaturas marinas tienen la mala costumbre de no cortarse a la hora de atacar a los humanos. Y en la costa de Australia son cada vez más peligrosos. En los últimos 20 años, las agresiones se han duplicado: si en los noventa la media fue de 6,5 ataques por año, en la primera década del siglo XXI ha subido a 13. Como, además, mueren el 30% de las personas atacadas, podría pensarse que cualquier campaña para acabar con enemigos tan feroces sería bien acogida.
Nada de eso. Los australianos han dicho más bien que no, consideran que es mucho más importante proteger especies amenazadas y que, señoras y señores, hay que tener coraje. Si nos gusta el surf y el submarinismo y si adoramos el remo y la natación oceánica, toca asumir que esas hermosas criaturas comparten el mismo territorio, habitan desde hace siglos en estas vecindades e influyen en la vida del resto de las especies, así que habrá que aprender a convivir.
Fue el Gobierno del Estado de Australia del Oeste el que puso en marcha las medidas más extremas en esta campaña de ?seguridad nacional?. Colocaron 70 boyas, cada una con un arpón y cada arpón con un cebo: los tiburones picaron, quedaron atrapados, y los que medían más de tres metros fueron liquidados. La respuesta fue inmediata: los australianos salieron a protestar, denunciaron la crueldad, proclamaron su voluntad de proteger a los escualos. Las nuevas normas permiten disparar contra tres especies distintas de tiburones: los tigre, los blancos y los toro. Y las dos últimas están clasificadas como vulnerables, el escalón previo antes de ser consideradas en peligro de extinción. Las playas de Perth se han llenado de manifestaciones en los últimos meses, que han llegado a reunir hasta 6.000 personas.
Colin Barnett, el primer ministro del Estado, que se ha puesto la medalla en esta suerte de guerra total a los tiburones, no piensa ceder. El programa empezó en enero y seguirá hasta finales de abril. Quiere ampliarlo otros tres años y destinar más de 10 millones de euros a investigar a sus enemigos. La tarea de proteger a los bañistas es necesaria. Hay quienes piensan, sin embargo, que existen métodos menos crueles.