En un mundo ideal los perros no ladrarían cuando se quedan solos en casa, no se pelearían con otros perros, no se escaparían de sus dueños, no perseguirían corredores ni harían sus necesidades justo en la puerta del vecino. Lamentablemente, en el mundo real algunos perros hacen estas cosas con más frecuencia de la deseada, acarreando con ello molestias para toda la comunidad y haciendo más evidente la división entre los amantes y los no amantes de los perros.
Si queremos convivir en paz y armonía, lo primero que debemos hacer es respetarnos los unos a los otros y aceptar que la libertad de cada uno acaba donde comienza la del prójimo. Si a mi vecino no le gustan los perros, yo debo entenderlo y procurar que mi mascota no le resulte molesta. Si a esa madre de familia le dan miedo los perros, es mi responsabilidad evitar que el mío entre descontrolado en el parque infantil donde están jugando sus hijos pequeños. Aunque yo sea un cerdo y acostumbre a hacer mis necesidades en mi propio salón, debo comprender que al resto de la gente le desagrade ir por la calle esquivando excrementos… y consiguientemente deberé recoger las deposiciones de mi perro.
Tomemos como ejemplo la cultura del perro existente en algunos países del centro de Europa como Alemania, donde es habitual ver perros acceder a restaurantes, comercios y transportes. ¿Es que esos perros están más civilizados que los españoles? Los perros no… pero sus dueños sí. Dicen que los perros se parecen a sus dueños, y en este caso la afirmación no puede ser más acertada. En aquellos países la gente se preocupa mucho de que sus perros estén perfectamente educados. De esta forma, alguien no amante de los perros no se sentirá incómodo por tener (por ejemplo) un perro sentado a su lado en el autobús, porque el dueño del animal se ocupará de que su animal en ningún caso ocasione molestias. Para que algún día en España lleguemos a esto, debemos empezar por aceptar nuestras responsabilidades y pensar anteponer el bienestar común al propio.
CADA UNO DE NOSOTROS ES RESPONSABLE DE LA EDUCACIÓN DE SU PERRO.
A colación de este tema, os contaremos lo que nos sucedió hace un par de semanas mientras impartíamos una clase de adiestramiento en un parque de la Comunidad de Madrid. Aquel día estuvimos trabajando con una alumna y su perro ejercicios de obediencia ante diferentes estímulos, el más fuerte de ellos una perrita que llevamos a la sesión para actuar como “perro de distracción” que aquel día, inesperadamente, comenzó a tener el celo. Aquella circunstancia nos sirvió para calibrar el grado real de avance del trabajo: ante tan intenso estímulo, nuestra alumna y su perro superaron con éxito todos los ejercicios (llamar al perro mientras huele el trasero de la perra, hacerle permanecer tumbado inmóvil mientras paseamos a su lado con la perra, etc. ). Durante el transcurso del entrenamiento tuvimos varias interrupciones ocasionadas por perros (y alguna hembra también) que, estando sueltos, se escapaban de sus dueños y venían a oler a nuestra perra o a relacionarse con el perro de nuestra alumna. Los dueños de estos perros venían una y otra vez a recoger a sus animales poniéndonos malas caras, recriminándonos por tener una perra en celo en el parque e invitándonos a abandonar el lugar. Por supuesto, hicimos oídos sordos y seguimos con nuestro trabajo (en una zona apartada). Lo triste del asunto es que, uno de los dueños de esos perros, llegó a perder la educación cuando, en respuesta a sus increpaciones, le recordamos que el parque era de todos y que si su perro se escapaba y no le hacía caso no era nuestra culpa. Terminada la sesión, mientras abandonábamos el parque, varios perros (machos y hembras) volvieron a seguirnos, saliendo incluso del parque y poniendo en riesgo su seguridad… con el consiguiente enfado de sus dueños. Tuvimos que aguantar una última tanda de insultos por parte de los “dueños del parque”, que pagaban con nosotros su frustración por no poder controlar a sus mascotas.
Esta anécdota nos sirve para recordar algunas normas que todos deberíamos respetar:
– Si no controlas a tu perro, no lo sueltes… porque es una irresponsabilidad. La libertad hay que entenderla desde el control. Es mejor prevenir que lamentar.
– Tu perro es tu perro; los demás no tienen por qué aguantarlo, ni cuidar de él mientras tú estás distraído con el whatsApp o de charla con tus amigos del parque.
– Es tu responsabilidad socializar correctamente a tu perro desde cachorro con otros perros y humanos para ayudarle a ser un perro equilibrado en el futuro.
– Si estás frustrado por el mal comportamiento de tu perro, no lo pagues con él (que no tiene culpa de nada) ni con los demás: busca ayuda de profesionales.
– Aunque te parezca imposible, en el mundo viven personas a las que no les gustan los perros. Respétalas.
VIVIR EN SOCIEDAD IMPLICA ACEPTAR NUESTRAS RESPONSABILIDADES Y RESPETAR A LOS DEMÁS.
El equipo de DOS adiestramiento.
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