Con ganas de cambiar esa situación y siempre entusiasmada por comenzar a aprender de distintas especies en el ciclo formativo de entrenamiento de animales que estoy cursando ahora, decidí comenzar a investigar sobre gatos y a entrenar a una de ellas… con la peculiaridad de que convivimos ya con 3 perras en casa…
Un mal comienzo
Recién sacada de la protectora CICAM, y después de haber tanteado a las peludas con mantitas de ida y vuelta que tuvieran impregnados olores suyos, de las 4, probé suerte con la presentación en casa. Por el lugar en el que vivo, no era posible encerrar a la recién llegada en una habitación, por lo que tenía que jugar con las alturas y las correas para poder hacer una presentación una-una y que fuera segura.
Teníamos un problema añadido, y es que Bagheera, la felina, acababa de ser castrada y estaba aún con la herida muy reciente, por lo que correr o saltar no eran buenas ideas… pero el tiempo apremiaba y si podía avanzar con la introducción de la gata en casa, tenía que intentarlo.
Neska y Noa tuvieron mucha curiosidad… pues no hay que olvidar que se han divertido persiguiendo gatos en el pueblo muchas veces… pero tenían bastante respeto por los espacios. Noa investigó, y continuó al poquito con sus cosas… Neska no la quitaba ojo, pero no era invasiva ni maleducada con ella.
Llegaron las presentaciones con Sasha… y todo se tornó bastante más complicado. Incapaz de gestionar la situación (ladridos, lloriqueos, tensión absoluta e invasión completa con mordiscos incluidos), ni atada en un sitio fijo ni paseando por la casa, tuve que sacar a Bagheera de casa al día siguiente, pues además la gata se acercaba sin temor a Sasha, poniendo así en peligro su integridad y añadiendo posibilidades a abrirse la herida de la tripa.
Cambio de estrategia
No hubo más remedio que separar físicamente la ubicación de la gata, por un lado, y la de las perras, por otro, y comenzar a trabajar desde el principio: haciendo presentaciones individuales, esta vez sí, con la facilidad que da una habitación cerrada para poder “olerse” y “saberse cerca”, sin necesidad de contacto visual.
Lo cierto es que la gata ha puesto las cosas muy fáciles desde el principio, y nunca ha mostrado miedo alguno o molestia por la presencia de las perras.
Manteniendo las distancias, con ejercicios de redirección de atención, trabajando restricción de espacios con la gata y con cada una de las perras, en poco tiempo Neska y Noa podían hacer “vida normal” delante de la gata, trabajar ejercicios cada vez con mayor complejidad y mantenerse completamente enfocadas en otra cosa al margen de Bagheera.
Con Sasha las cosas eran bastante diferentes. Sasha, que estuvo una temporada en la protectora CICAM también, con una activación descomunal y una agitación constante, ha pasado un proceso intenso para poder hacer una convivencia alejada de todo eso. Ahora con la gata, había vuelto a ponerla en una situación complicada. Pero poco a poco también, los ejercicios iban saliendo con la atención requerida, y la normalidad en la aceptación de la comida se iba abriendo paso.
Tener contacto visual con Bagheera seguía siendo superior a sus fuerzas, pero el cambio estaba comenzando a fraguarse.
Muchas horas han pasado las dos peludas negras en la misma sala, trabajando más o menos distancias, más o menos distracciones, más o menos libertad de movimientos…
Y a pesar de que dar el paso me costó, pues la experiencia anterior no me había dejado muy buen sabor de boca, llegó el día en que las dos estaban sueltas en la sala y los ejercicios fluían con facilidad. Y poco a poco fui alternando los ejercicios con tiempos libres para que interactuaran ellas solas. Y me vi allí, disfrutando con la tensión del momento que se hacía visible en Sasha, dándome cuenta de la gran capacidad de gestión que en muchas ocasiones ya va mostrando mi perra, incluso cuando, tan relajada como aparentaba estar Bagheera, la gata se abalanzó sobre el siempre en movimiento rabo de Sasha. Y nada ocurrió… Contrariedad en la cabeza canina, seguro, pero ninguna reacción más.
Y las visitas se fueron sucediendo, y cada vez con más tiempo de interacción libre… y con menos tensiones, a pesar de que Sasha no la quitaba el ojo de encima. Además, Neska y Noa en pareja ya comenzaban a ir a verla, y la convivencia se mantenía normalizada. ¡Parecía que las cosas funcionaban!
Y la gata… llegó de nuevo a casa
Tres hocicos húmedos al otro lado de los barrotes de la jaula, es lo que debió ver Bagheera nada más llegar a casa. En un lugar en alto y con la puerta abierta, no tardó ni un momento en volver a investigar el lugar donde estaba, con tres perras custodiando cada movimiento… pero en silencio.
Y a pesar de que la tensión en Sasha no daba lugar a pensar que ya estaba todo hecho, poco a poco la gata ha sabido hacerse su hueco en casa, protestando con suavidad, a pesar de tener unas uñas que quitan el hipo, y dejándose querer por quienes estudian cada uno de sus movimientos… y no solo, pues ha sabido ganarse el cariño de cada persona que la conoce.
Aunque todavía hay mucha comunicación por aprender, por parte de todos, ayer hubo un momento realmente mágico, cuando comenzamos el día y descubrimos acurrucadas en el sofá a Sasha y Bagheera, que habían pasado la noche juntas, tejiendo los lazos que seguro harán que la comunicación fluya mucho más deprisa de lo que cabía esperar. Y ahora sí, no está todo el camino andado, pero la dirección si está trazada.
Gracias por haberme hecho crecer un poquito más en este mundo animal, mis pequeñas 4 peludas.