Empezando a asociar el veterinario con sensaciones desagradables
Tarde o temprano vamos a llevar a nuestro peludo con algún problema, y el veterinario comenzará a ser aquél lugar terrible donde acentúan su dolor. Cualquier contusión, corte, inflamación o herida, así como las temidas espigas, intoxicaciones o malestar de cualquier tipo, harán que el perro esté mucho más alerta y probablemente más inseguro. Si además le llevamos al lugar donde le hacen sentir más dolor (para poder aliviarle más tarde), su inseguridad puede multiplicarse exponencialmente.
Haber trabajado desde el principio como comentaba en el anterior artículo, ayudará a que el animal relacione la clínica del veterinario como un lugar “amigo”, y toda la parte de desorientación por no conocer a los veterinarios, las salas, los olores, los ruidos o los objetos con los que trabajan allí, la tendremos superada.
Pero el perro lo va a pasar mal… y para poder contrarrestar eso de alguna manera, debemos llevar al perro preparado. ¿Cómo? ¡Con trabajo previo!
Entrenando la confianza y el manejo
Confianza, la base de una buena relación
Convivir con tu perro en un marco de respeto, llevará a generar una confianza fundamental para tener una buena convivencia. Si nunca ha tenido que temer por tus reacciones, será mucho más fácil convencerle de que hay situaciones incomodas que debe pasar, porque tú se lo estás pidiendo.
A pesar de tener que soportar dolor (y obviamente no es un dolor infinito, si no algo que el perro puede llegar a soportar) o momentos desagradables para él, la confianza en que no son perjudiciales las peticiones que vienen de ti, hará que el peludo pueda estar tranquilo, aunque incómodo, a pesar de que lo que le estén pidiendo hacer no le guste.
Ejemplo emocional para tu perro
Relájate. Eres el referente de tu perro. Si pierdes los nervios porque él se pone nervioso o no consigue hacer los ejercicios de rehabilitación que le están pidiendo, porque prefiere resguardarse debajo de una silla a subirse en la mesa fría de la sala, o porque sus músculos están tan tensos que es imposible continuar adelante con la consulta, no pretendas que tu perrete se relaje. Simplemente no va a ocurrir. Bastante tiene él con gestionar sus propios miedos como para determinar el motivo de tu estrés, si no es acaso el mismo motivo que le lleva a él a actuar como lo está haciendo.
El manejo, fundamental para pasar la consulta
Antes, mucho antes y de manera constante en clases de adiestramiento o en tu domicilio, comienza a habituar a tu perro al contacto físico. Hacer un chequeo del perro es lo mínimo que harán en el veterinario, y si no está acostumbrado, empezaremos con mal pie… todas las veces que le toque pasar por allí.
Patas, ojos, hocico, dientes, orejas, rabo… son zonas sensibles en las que hay que prestar máxima atención.
Aunque los profesionales veterinarios se preocupan en su mayoría de tratar con mimo al perro, no hay que olvidar que es a ti con quien el perro se sentirá más tranquilo, por lo debes también implicarte en la consulta, siempre que te sea posible, y responsabilizarte de que el trato que recibe tu perrete es el adecuado. A nadie se nos escapa que las prisas no son buenas, una vez más, y a veces la rutina lleva a los trabajadores a pasar por alto señales que los perros nos haces pidiendo ayuda porque no se están sintiendo a gusto. No las ignores y guía sus movimientos si es necesario. Nadie mejor que tú conoce a tu perro.
Trabajando que el perro se deje palpar y manejar sin problemas e induciéndole a un estado de tranquilidad y confianza cuando estás a su lado, evitaremos además ponerle bozal, inmovilizarle con fuerza, sedarle, llevarle a niveles de estrés o ansiedad muy elevados y pasar un mal rato, creando además fobias al perro que no deberían existir.
Las clínicas u hospitales veterinarios no son del agrado de los perros, en general, pero tenemos en nuestra mano la posibilidad de hacer que puedan comportarse con cierta naturalidad si pueden confiar en nosotros y estamos a su lado para darles el apoyo que necesitan.