Artículo de José A. Iglesias y Brenda Medina, tomado de El Nuevo Herald.com
Foto: Captura del vídeo
Nydia Aragón baja la ventanilla de la puerta del conductor y saca la mano para tantear la intensidad de la lluvia.
Había llovido toda la noche, y aunque usualmente deja las ventanillas medio abiertas para que entre un poco de brisa mientras duerme, ese día tuvo que cerrarlas todas y cubrir las orillas con bolsas plásticas. Recientemente los chubascos la han sorprendido en la madrugada. Entonces la despierta el ladrido de sus dos perritos, asustados. Se están mojando.
Los asientos de su viejo Dodge Neon gris huelen a moho. Se han mojado varias veces, al igual que casi todas sus pertenencias. Aragón carga en el auto todo lo que tiene.
Un rato después de despertar, saca a los perros y pide permiso para asearse en casa de una vecina de un edificio cercano a donde estaciona el vehículo, en una calle de La Pequeña Habana. Quizás le brinden una taza de café caliente.
“Es una pesadilla lo que estoy pasando porque en realidad estoy viviendo aquí, en mi carro”, dijo Aragón, de 45 años, una mañana reciente, poco después de despertarse, hacia las 7 a.m. “No sé cómo voy a recuperar mi vida pero tengo esperanzas de que todo vuelva a ser, pues, como antes”.
Las noches en las que tiene pesadillas son las más difíciles. Sueña frecuentemente que un hombre que presuntamente abusó sexualmente de ella en junio pasado, abre la puerta e intenta estrangularla. Se despierta gritando y los perros comienzan a ladrar. En esto lleva casi tres meses, tras una serie de eventos desafortunados que le descarrilaron la vida.
Su desamparo va más allá de la falta de un lugar apropiado donde vivir. Ella es una de las más de 4,000 personas que podrían llegar a las fiestas navideñas sin un techo en Miami-Dade y, en su caso, lidiando con un trauma por la violación sufrida. Desconoce de las organizaciones que podrían ayudarla con servicios para desamparados o mujeres abusadas. No sabe cómo navegar el sistema de justicia. Además, piensa que su caso ha recibido poca atención de las autoridades, y que quizás el hecho de haber sido arrestada dos veces en el pasado, bajo cargos de causar un desorden mientras estaba ebria, no le ayuda.Casos comunes
“Historias como ésta las puedes encontrar todos los días, lamentablemente”, dijo Alicia García, directora de la Fundación Voz de Mujer, una organización con sede en La Pequeña Habana, que ayuda a mujeres abusadas. “En algunos casos, el historial [delictivo] de las personas es una desventaja a la hora de que se investiguen estos casos. Se asume que pasó lo que pasó por los efectos del alcohol, o que ella se lo buscó, o que se lo está inventando”.
Una vocera del Departamento de Policía de la ciudad de Miami declinó hacer declaraciones para esta historia porque el caso aún se encuentra bajo investigación, dijo.
Aragón dijo que su agresor fue un vecino del edificio donde vivió por cinco años, y aseguró que entregó a las autoridades la información sobre el hombre, que desapareció del área al día siguiente de la agresión, después de que la policía acudiera al lugar. El Nuevo Herald no está publicando el nombre del presunto victimario porque la Policía de Miami no confirmó si lo considera un sospechoso, aunque la vocera dijo que hay una persona de interés a la que desean entrevistar. La vocera de la Policía dijo que el Departamento nunca emitió una notificación de búsqueda.
El hombre tiene un extenso historial delictivo que incluye al menos una decena de arrestos entre el 2002 y el 2012, por cargos que van desde la posesión de marihuana o de armas de fuego, hasta ataques físicos y manejar sin una licencia de conducir válida.
El Nuevo Herald intentó contactar al presunto violador, pero dos números de teléfono estaban desconectados y nadie respondió a la puerta de su vivienda en La Pequeña Habana.
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Esperando por las autoridades
La madre de Aragón le envía dinero desde México para que mantenga su teléfono celular activo. Cada día ella revisa las llamadas por si la contactan las autoridades. Pero dijo que desde junio, cuando reportó el incidente, la policía no la había contactado por teléfono. La mujer se quedó sin hogar en agosto, y no pudo verificar si recibió alguna comunicación por correo a su antigua dirección.
El miércoles por la mañana, un día después de que el Nuevo Herald indagara con las autoridades sobre el caso, Aragón recibió una llamada hacia las 10:30 a.m. de una detective que le habló en inglés. Aragón estaba siendo entrevistada por una reportera de este periódico en ese momento. Le pidió a una amiga que tradujera la información. La detective le preguntó que dónde estaba viviendo, cuestionó por qué no llevaba a sus perros a algún lugar para animales y se iba a un albergue, y que por qué no había avisado a las autoridades que el presunto atacante podría estar en Naples (donde tiene familiares, según Aragón).
Aragón respondió que le había dado la información a un detective que habla español, poco después de reportar el incidente. Entonces la detective le dijo que estarían en contacto.
Chiqui Rivera y La Niña, las perritas de Aragón, son su familia en Miami, donde ella ha vivido por 17 años. Cuando terminó en la calle contactó a agencias que brindan servicio a los desamparados, pero la mayoría de los albergues en Miami-Dade no pueden recibirla con sus mascotas.
“Yo no los puedo dejar porque ellas son mi razón para vivir, sin ellas ya yo habría cometido, hasta una locura”, dijo Aragón, de origen mexicano y nicaragüense, quien tres años después de llegar a Miami, obtuvo la residencia permanente, luego de acogerse a la ley NACARA. “Yo me mantengo firme porque estos animales me necesitan. Fueron los testigos de la violación, una de ellas hasta mordió al hombre ese para protegerme”.
Aragón se encuentra en una lista de espera en Chapman Partnership: Miami Homeless Shelter and Services, en Homestead, uno de tres albergues en Miami-Dade con espacio limitado para mascotas.
Ron Book, presidente del Fideicomiso de Desamparados de Miami-Dade, dijo que hace varios años esa entidad identificó la necesidad de hogares temporales que permitan a las personas sin hogar mantenerse cerca de sus perros.
“Nos sensibilizamos con las necesidades de una parte de la comunidad desamparada, vimos que en varios casos muchos querían permanecer cerca de sus animales, y por eso adaptamos tres recintos que alojan a un par de docenas de animales cada uno”, dijo Book. “Pero el espacio es limitado y la demanda de los servicios que damos en general, siempre es alta”.La peor noche
El 15 de junio Aragón salió de la ducha y se encontró con su vecino adentro del apartamento, según contó. Debían ser más de las 9 p.m. porque se estaba alistando para ver la telenovela El señor de los cielos, que comenzaba a las 10 p.m.
“Le grité que por qué estaba ahí, que cómo entró, y le dije que se fuera porque el señor no estaba”, recordó Aragón, cuyo trabajo era cuidar a un anciano que vivía en el apartamento y que se encontraba hospitalizado en esos días. “Pero él ya lo sabia, lo planeó todo porque cuando entró desconectó el teléfono de la pared”.
Aragón lo amenazó con llamar a la policía si no se iba, pero el hombre le arrancó el celular de la mano y lo rompió al tirarlo contra el piso. El presunto atacante la empujó a la cama y empezó a manosearla en sus partes íntimas. Ella se resistió, y él la apretó por el cuello con las dos manos. Entonces una de las perritas trató de morderlo. Él sacó una navaja y cortó levemente a la perra en una pata, luego le dio una patada que la lanzó al otro lado del cuarto, de acuerdo con el testimonio de Aragón.
“Fue ahí cuando yo pensé que me iba a matar a mis perros. Le dije: no, tranquilo, yo me quedo tranquila”, relató Aragón. “En la desesperación se me ocurrió decirle que yo tenía dinero en mi carro y lo convencí de dejarme salir”.
Aragón acudió donde una vecina de otro apartamento y le pidió ayuda. La señora le dio albergue hasta que se aseguraron de que su atacante dejara el apartamento. Aragón subió al apartamento, cerró todas las puertas y ventanas y se metió a la ducha.
“Me sentía sucia, con toda su saliva y olor a alcohol y un olor ácido”, dijo Aragón, arrugando su cara y cubriendo su nariz con la mano izquierda. “Me eché mucha agua, mucha agua”.
Aragón se durmió abrazando a los perros, que no paraban de temblar. Se despertó con mucho dolor en el cuerpo, reconectó los alambres rotos del teléfono de pared, y hacia las 7 de la mañana llamó a la policía. Recuerda que dos detectives se presentaron en el apartamento. La llevaron a la estación central de la Policía de Miami donde dio una declaración.
“Empecé a contar y a recordar todo, no paraba de llorar, lo recordaba todo, hasta el olor”, dijo.
Ese mismo día fue al Hospital Jackson Memorial, como le indicaron las autoridades, donde le hicieron varios exámenes, incluyendo uno de sangre.Mujeres abusadas
Vivió en el edificio hasta agosto, cuando el señor que cuidaba falleció. Pero nunca volvió a ver al presunto violador. Una amiga le dio techo por un mes, pero cuando esta ya no pudo tenerla en su casa por más tiempo, Aragón empezó a dormir en su carro. Algunas noches ha podido amanecer dentro de cuatro paredes, como cuando una iglesia le pagó dos días de un cuarto de hotel, o cuando un vecino la dejo dormir en el piso por un par de noches.
Es muy común que las mujeres que viven en la calle sean abusadas sexualmente, de acuerdo con varios reportes. Algunas cifras de estudios realizados por organizaciones de ayuda a los desamparados indican que entre el 80 y el 90 por ciento de las mujeres sin techo sufrirán ese tipo de ataques.
“Además, muchas de las mujeres que terminan en la calle ya tienen un historial de abuso, muchas desde sus hogares, por un miembro de sus familias”, dijo García, de la organización de ayuda a las mujeres abusadas. “Es una acumulación de traumas que requieren de servicios médicos, de terapias, y de mucho apoyo para poder superar”.
Agregó: “la ayuda existe, pero lamentablemente la información es muy poca, y mucha gente no sabe donde conseguir asistencia”.
Aunque Aragón no pierde las esperanzas, los problemas se siguen acumulando. A finales de la semana pasada un conocido que supo sobre su situación, le ofreció trabajo de limpieza en su pequeña empresa. Un día después alguien chocó el auto de Aragón en la parte delantera y se fue. Ahora el auto no enciende. La reparación le costaría casi $500.
“Yo siempre me he valido por mí misma y he manejado mi dinero. Yo le mandaba dinero a mi mamá en México. No puedo creer que ahora ella me tenga que mandar a mí lo poquito que tiene”, dijo el sábado Aragón, quien trabajó por 10 años en una floristería de Doral, y otros seis en una floristería en Miami. “No le pido nada regalado a nadie. Lo que quiero es encontrar un lugarcito donde meterme, trabajar para empezar a levantarme, de ahí en adelante yo me las arreglo”.